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Me movía entre dos sentimientos encontrados, no sabía si escribir sobre la guerra o sobre el día de la mujer. Pero unas palabras que he escuchado me han hecho ver que puedo unir ambas. “En la guerra las que más sufren son las mujeres y las niñas”.

Me ha dolido profundamente esa visión del mundo. Inmediatamente me han venido a la mente esas imágenes de personas afectadas por la guerra,    preparadas para luchar con pocos medios más que sus manos, con armamento fabricado de forma artesanal. Niños de dieciocho años que con un fúsil en la manos  son colocados en el frente a luchar por algo que no han querido ni buscado. Hombres de todas las edades construyendo barricadas, protegiendo a sus familias para ayudarlas a salir del país con el ansía de proporcionarles otra oportunidad lejos de las bombas.

Me pongo por un momento en su piel y trato de sentir lo que estarán viviendo:

         Mi cuerpo tiembla, sólo tengo dieciocho años, el miedo se apodera de mi pero tengo que seguir, no puedo quedarme             atrás ni retroceder. Quiero vivir. Quiero llevar adelante mi proyecto de vida, mis inquietudes, mis ilusiones. Estoy aquí             con un arma que no quiero portar entre mis manos y con el riesgo de perder lo único y más valioso; mi vida.

        No sé lo que puede quedar de mí cuando esto termine. Si no pierdo la vida, quizá si partes de mi cuerpo, o                              capacidades que antes tenía. Tampoco sé si mi familia logrará sobrevivir. Qué calamidades vivirá mi pareja, mi hija,                mi hijo, madre, padre… ¡confío en ella!

        Lloro, lloro mientras lucho y mientras procuro defender mi vida porque luego nos vamos a necesitar. Tendremos que              reconstruir nuestras vidas, nuestras relaciones. Su amor, mi amor me fortalece. ¿Les volveré a ver? ¿Cómo estarán              cuando lo haga? ¿Qué calamidades les tocará vivir?

        Lloro, lloro, pero tengo que reponerme porque tengo que luchar, matar a esa persona que tengo delante aunque no                quiera, porque de lo contrario, puedo morir yo. También tengo que vivir con eso, con la idea de que he cercenado                  vidas, aniquilado personas contra las que no tengo nada.

Las mujeres… claro que sufren, son quienes en su mayoría no van a luchar en el frente porque se quedan cuidando de sus criaturas, de sus mayores. Ellas sienten el dolor de no poder proteger y proporcionar lo que necesitan las personas que más quieren; dolor, hambre, frío, desamparo… todo eso que ven lo hacen propio y es incrementado por su propio dolor.

El sufrimiento, es sufrimiento, se sea mujer, hombre, niña o niño. No podemos marcarla ni distinguirla según el sexo. El día, los días, son igual de duros para todas las personas.

Me parece un error que el feminismo se enfoque en ensalzar el sufrimiento de la mujer y las niñas. En una guerra ambos sexos sufren, no podemos minusvalorar el dolor del hombre. Es más, pienso que eso hace flaco favor al feminismo porque es colocar a la mujer en una posición de víctima, de la más sufridora. Aquí, en esta guerra, todas las personas son igual de víctimas, las mujeres, los hombres, las niñas y los niños.

Ese discurso, decir que las mujeres y las niñas son las que más sufren no nos da fortaleza, no nos ayuda a vernos fuertes y capaces, todo lo contrario, hace que nos veamos como las grandes perdedoras. Otra vez debajo de los hombres. NO. Las mujeres estamos a su lado y nivel, algunas en el frente y otras protegiendo, cuidando, luchando, porque somos igual de fuertes válidas y valientes.

…porque andando se hace el camino…

Escribo como mujer

Gurutze Olaizola Larrañaga

 

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