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Últimamente me he parado a reflexionar sobre esos dos conceptos, tratando de profundizar lo que sígnica cada uno de ellos, y sobre todo, cómo nos situamos ante el mundo según en qué lado nos situemos.

Compasión según la RAE, Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien.

Comprensión según la RAE, Acción de comprender o comprenderse

2- Facultad, capacidad o perspicacia para entender y penetrar las cosas.

Tal y como define la RAE la compasión, es un sentimiento en el nos vemos imbuidas, nos penetra y hace que veamos a la otra persona desde la lástima. Ese sentimiento que nos arrastra, nos lleva a proteger, envolver a la otra persona. No se si de ese modo logramos ayudarla a resolver su situación, a buscar la salida de sus problema o problemas.

Para poder salir de los problemas hace falta tomar las riendas de la propia vida. Sentir que es la dueña y la protagonista de su vida.

Siguiendo con la definición de la RAE sobre la comprensión, es más una actitud, un modo de situarnos ante la otra persona. Entender y penetrar las cosas supone darle el protagonismo a la otra persona, se trata de una escucha activa, sin juzgar, y tratando en lo posible de comprender lo que esa persona nos quiere trasmitir.

La compasión le da el protagonismo a quien escucha, mientras que la comprensión se la da a quien narra o vive su historia.

Cuando estamos tratando de comprender una situación humana, que quizá ni siquiera compartamos su punto de vista, es importante en mi opinión poder situarnos en esa posición que nos va a permitir sentir, acompañar a la otra persona, no desde nuestra perspectiva, sino desde la suya.

La compasión nos coloca en una escucha de pena ante la desgracia de la otra persona y sin darnos cuenta nos sale el impulso a protegerla.  Muchas veces no somos conscientes del sentimiento de protección, y la pregunta es; ¿se trata de proteger? ¿Es eso lo que la otra persona pretende?

Puede haber situaciones en las que sí. Situaciones donde lo que busca la otra persona es manipularnos, hacer que estemos atentas a ella. Se coloca en una posición de infantilidad y logra que nos situemos en una situación de protección. Entonces nos pasa su problema, nos hace casi responsables de ella y así logra despreocuparse de sí misma, no hacerse cargo y delegar.

Por otra parte, hay también situaciones en las que la persona que sufre tiene clara su voluntad, su deseo de afrontar su problema desde su propio criterio y modo de ver su vida y situación. Y somos las demás quienes no lo aceptamos pues no compartimos su punto de vista, y sobre todo, porque por lo que sea conectamos con la lástima que sentimos. Pero es una lástima nuestra, personal y es desde ahí desde donde debemos resolverla y no volcarla sobre la otra persona, haciéndole sentir que eso que quiere no es lícito, ni sano.

Como ejemplo me vienen esas situaciones en las que una persona por la razón que sea decide que no quiere continuar viviendo. Está decidiendo sobre algo que es suyo y solamente suyo; su propia vida. El sufrimiento ajeno nos atraviesa, nos mueve la compasión. Pero esa compasión no nos deja ver a la persona que sufre, esa compasión sólo nos lleva a la pena que yo siento: Otra vez soy yo la protagonista y no la otra persona.

Cuando me sitúo en el mundo desde lo que yo siento, me vuelvo el centro y lo que opino lo hago desde ahí, desde mí, desde yo. Y aquí la protagonista no soy yo, es la otra persona. Se trata de escucharla, de tratar de captar lo que nos quiere trasmitir, hacer ver y sentir. Lo importante es lo que ella siente, no lo mío.

Entiendo que a veces es difícil puesto que no podemos controlar lo que sentimos. Si la compasión nos invade es difícil ser conscientes de ello, y por otra parte, es necesario darnos cuenta de ello para poder dejarla a un lado y escuchar desde donde se nos habla. Hace falta darnos cuenta de lo que nos pasa para poder trascender ese sentimiento.

Si, digo trascender, porque  pienso que eso es lo necesario para poder escuchar lo que realmente nos está diciendo, trasmitiendo la otra persona. De esa forma estaremos preparadas para acogerla abiertamente, sin juicios ni valoraciones personales. Es entonces cuando le estamos dando su lugar, la primacía en su propia historia, porque no olvidemos, es su historia y no la nuestra. Es su vivencia y no la nuestra.

…porque andando se hace el camino..

                                                                                                                                              Escribo como mujer

                                                                                                                                              Gurutze Olaizola Larrañaga

 

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