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COMPORTAMIENTOS CARACTER͍STICOS DE LA PERSONA DESESTIMADA.

Algunos comportamientos característicos de las personas desestimadas son:

INCONSCIENCIA.

Ignora quien es y el potencial que posee; funciona automáticamente y depende de las circunstancias, eventualidades y contingencias; desconoce sus verdaderas necesidades y por eso toma la vida con indiferencia o se dedica a hacer mil cosas que no la  satisfacen; ignora las motivaciones, creencias, criterios y valores que la hacen funcionar. Muchas áreas de su vida reflejan el caos que se desprende del hecho de no conocerse. Parte de ese caos, generalmente autoinducido, se observa en conductas autodestructivas de distinta í­ndole. La persona desestimada vive desfasada en el universo temporal; tiene preferencia por el futuro o el pasado y le cuesta vivir la experiencia del hoy: se distrae con facilidad. Pensar y hablar de eventos pasados o soñar con el futuro, son conductas tí­picas del ser que vive en baja autoestima.

DESCONFIANZA.

La persona con baja autoestima no confí­a en sí­ misma, teme enfrentar las situaciones de la vida y se siente incapaz de abordar exitosamente los retos cotidianos; se percibe incompleta y vacía; carece de control sobre su vida y opta por inhibirse y esperar un mejor momento que casi nunca llega. Tiende a ocultar sus limitaciones tras una «careta», pues al no aceptarse, teme no ser aceptada. Eso la lleva a desconfiar de todas y a usar su energí­a para defenderse de lss demás, a quienes percibe como personas  malas y peligrosas; siempre necesita estar segura y le es fácil encontrar excusas para no  moverse. La vida, desde aquí­, parece una lucha llena de injusticia.

IRRESPONSABILIDAD.

Niega o evade sus dificultades, problemas o conflictos. Culpa a las demás personas por lo que sucede y opta por no ver, oí­r o entender  todo aquello que le conduzca hacia su responsabilidad. Sus expresiones favoritas son «Si  yo tuviera», «Si me hubieran dado», «Ojala algún día», y otras similares que utiliza como recurso para no aclarar su panorama y tomar decisiones de cambio.

En su  irresponsabilidad, la desestimada acude fácilmente a la mentira. Se miente a sí misma, se autoengaña y engaña a las demás. Esto lo hace para no asumir  desde la consciencia adulta las consecuencias de sus actos, de su interacciones con el mundo. Ninguna cantidad de nubes puede tapar por mucho tiempo el sol.

INCOHERENCIA.

La persona desestimada dice una cosa y hace otra. Asegura querer cambiar pero se aferra a  sus tradiciones y creencias antiguas aunque no le están funcionando. Vive en el sueño de un futuro  mejor pero hace poco o nada para ayudar a su cristalización. Critica pero no se autocri­tica, habla de amor pero no ama, quiere aprender pero no estudia, se queja pero no actúa en concordancia con lo que dice anhelar. Su espejo no lo refleja.

INEXPRESIVIDAD.

Por lo general reprime sus sentimientos y éstos se revierten en forma de resentimientos y enfermedad. Carece de maneras y estilos expresivos acordes con el ambiente, porque no se lo enseñaron o porque se niega a aprenderlos. En cuanto a la expresión de su creatividad, la bloquea y se ciñe a la rutina y paga por ello el precio del aburrimiento.

IRRACIONALIDAD.

Se niega a pensar. Vive de las creencias aprendidas y nunca las cuestiona. Generaliza y todo lo encierra en estereotipos, repetidos cí­clica y sordamente. Pasa la mayor parte de su tiempo haciendo predicciones y pocas veces usa la razón. Asume las cosas sin buscar otras versiones ni ver otros ángulos. Todo lo usa para tener razón aunque se destruya y destruya a otras personas.

INARMON͍A.

La desestimada tiende al conflicto y se acostumbra a éste fácilmente. Se torna agresiva e irracional ante la critica, aunque con frecuencia critique y participe en coros de chismes. En sus relaciones necesita controlar a las demás para que le complazcan, por lo que aprende diversas formas de manipulación. Denigra del prójimo, agrede, acusa y se vale del miedo, la culpa o la mentira para hacer que las demás personas le presten atención. Cuando no tiene problemas se los inventa porque necesita del conflicto. En estado de paz se siente extraña y requiere de estí­mulos fuertes generalmente negativos. En lo interno, esa inarmoní­a se evidencia en estados ansiosos, que desembocan en adicciones y otras enfermedades.

Para la persona con baja autoestima, la soledad es intolerable ya que no puede soportar el peso aturdidor de su consciencia.

DISPERSIÓN.

Su vida no tiene rumbo; carece de un propósito definido.

No planifica, vive al dí­a esperando lo que venga, desde una fe inactiva o una actitud desalentada y apática. Se apoya en excusas y clichés para respaldar su permanente improvisación.

DEPENDENCIA

Quien carece de una alta autoestima necesita consultar sus decisiones con otras porque no escucha ni confí­a en sus mensajes interiores, en su intuición, en lo que el cuerpo o su verdad profunda le gritan.

Asume como propios los deseos de las demás, y hace cosas que no quiere para luego quejarse. Actúa para complacer y ganar amor a través de esa nefasta fórmula de negación de sí­ misma, de autosacrificio inconsciente de sus propias motivaciones. Su falta de autonomí­a, la renuncia a sus propios juicios hace que al final termine culpándose, autoincriminándose, mostrando resentimiento  y enfermándo como forma de ejecutar el autocastigo de quien sabe que no está viviendo satisfactoriamente. La dependencia es el signo más caracterí­stico de la inmadurez psicológica, que lleva a una persona, tal como dice Fritz Perls, a no pararse sobre sus propios pies y vivir plenamente su vida.

INCONSTANCIA.

Desde el miedo, una de las emociones tí­picas de la desestimada, las situaciones se perciben deformadas y el futuro puede parecer peligroso o incierto. La falta de  confianza en las propias capacidades hace que aquello que se inicia no se concrete. Ya sea aferrándose a excusas o asumiendo su falta de vigor, la desestimada tiene dificultad para iniciar, para continuar y para terminar cualquier cosa. Puede que inicie y avance en ocasiones, pero frente a situaciones que retan su confianza, abandonará el camino y buscará otra senda menos atemorizante. La inconstancia, la falta de continuidad, señala poca tolerancia a la frustración.

RIGIDEZ.

La persona desvalorizada lucha porque el mundo se comporte como ella quiere. Desea que donde hay calor haya frí­o, que la vejez no exista y que todo sea bonito. Le cuesta comprender que vivimos interactuando en varios contextos con gente diferente a nosotras en muchos aspectos, y que la verdad no está en mí­ o en ti, sino en «nosotras»  intermedio que requiere a veces «estirarse». Sufrir porque está lloviendo, negarnos a entender que una relación ha finalizado, empecinarnos en tener razón aunque destruyamos ví­nculos importantes, demuestra incapacidad para abandonar posturas rí­gidas que nos guí­an por la senda del conflicto permanente. Eso es no quererse, eso es Desestima.

En general, la persona desvalorizada es un ser que no se conoce, que no se acepta y que no se valora; que se engaña y se autosabotea porque ha perdido el contacto consigo misma, con su interioridad, y se ha desbocado hacia el mundo con el afán de ganar placer, prestigio y poder, es decir, de obtener a cualquier precio la aprobación de las demás, como una niña que requiere el abrazo materno para sobrevivir. La baja autoestima hace que no se percate fácilmente de que ha roto el equilibrio que necesita para vivir en paz y disfrutar de la vida.

 

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