LA RELACIÓN FAMILIAR.
La primera relación trascendente en la vida de la persona es la relación familiar, ya que la familia es el inicial y más importante contexto que permite al ser humano desarrollar su autoestima. La familia es el espejo en el que nos miramos para saber quienes somos, mientras vamos construyendo nuestro propio espejo; el eco que nos dice cómo actuar con los demás personas para evitar que nos lastimen.
Dependiendo de cómo sea la familia, así será la persona, la cual resultará modelada por las reglas, los roles, forma de comunicación, valores, costumbres, objetivos y estrategias de vinculación con el resto del mundo que impere a su alrededor.
LA FAMILIA AUTOESTIMADA.
En las familias que se forman y desarrollan con una autoestima sana, la forma de funcionamiento de sus miembros tiene características particulares. En este contexto grupal, las reglas están claras, sus miembros las adoptan como faro de mar para transitar con certeza por su vida, aunque se muestran dispuestas a revisarlas e incluso a modificarlas si acaso éstas llegan a quedar desactualizadas y dejan de guiarlas con seguridad. No se siguen parámetros automáticamente, sólo por el hecho de que los abuelos o los tíos así lo hayan hecho. Hay disposición a buscar lo que conviene a las necesidades de todos los integrantes.
La comunicación es abierta, por lo que esta permitido expresar los sentimientos directamente, sin el temor de parecer ridículos, cursis o de recibir una cruda represalia. La interacción se basa en el amor más que en el poder, por lo que emociones como la rabia, la tristeza o el miedo, tienen cabida y son respetadas siempre que se expresen adecuadamente con la intención de encontrar soluciones, y no de manera irresponsable y anárquica. En la familia autoestimada quienes dirigen se afanan en comprender en vez de caer en la critica, la queja estéril y la acusación ciega. Así la madre y el padre comprenden que sus hijos e hijas no se «portan mal» por se malos o malas, sino porque algo las desequilibra y afecta temporalmente.
RELACIÓN ENTRE PERSONAS CUIDADORAS E HIJOS/AS
La educación tiene mucha influencia en la construcción de la autoestima. Hay estilos educacionales que favorecen y entorpecen la adquisición de la autoestima.
Estrategias Inefectivas:
- Dar ordenes
- Amenazar
- Moralizar
- Negar percepciones
- Distraer
- Criticar y ofender
- Ridiculizar
- Comparar
- Elogiar
- Confundir
Estrategias Efectivas:
Aunque no existen recetas mágicas para la crianza, la actitud amorosa y consciente es la que parece brindar los mejores resultados. Algunas alternativas que pueden funcionar mejor que las fórmulas antes expuestas, son:
- Sintonía
- Honestidad
- Responsabilizar
- Delimitar
- Negociar
- Anticipar
- Reforzar
En la adolescencia, las fricciones entre padres, madres, hijos e hijas suelen acentuarse durante esta etapa, ya que las personas jóvenes necesitan ser ellas mismas, sin perder el cariño y el apoyo de las personas que las cuidan, quienes a su vez temen que sus hijas e hijos sufran daños a causa de la inexperiencia. Además del miedo de muchas personas adultas a perder el control que durante tantos años han mantenido, genera bastantes tensiones. Entonces:
- Se tornan sobreprotectoras y exageradamente controladoras.
- Comparan a sus hijos e hijas con otras personas (“mira como lo hace tu hermano/a” o “cuando yo tenía tu edad…”).
- Los critican y culpabilizan para que obedezcan.
- Les invaden el espacio personal
- Ocultan sus debilidades y errores para parecer padres y madres perfectas
- Les invaden el espacio personal
- Administran el tiempo y dinero de los hijos e hijas ignorando sus propias prioridades
- Exageran y dramatizan situaciones sencillas y normales
- Les condicionan el apoyo como chantaje
- Deciden por ellas, imponiendo sus criterios
- Las asustan haciéndoles creer que el mundo es peligroso y que nadie como ellas (sus responsables) podrán cuidarlos debidamente
- Los espían descaradamente.
Comportamientos de este tipo revelan una gran carga de inconsciencia y desconfianza, que pocos padres y madres serían capaces de aceptar, por la creencia de que eso les haría perder respeto y autoridad frente a sus hijos.