El juego hasta dónde
Las fantasías son un producto de la mente y se suceden a lo largo de la vida. Éstas irrumpen en la vida del sujeto y son las que procuran el mayor goce en los encuentros, siendo todas válidas y aceptables. Pero… ¿qué sucede cuando el tipo de fantasías de los sujetos que comparten el momento de intimidad son diferentes?. ¿Dónde poner el límite ante las propuestas de búsqueda de nuevas formas de encuentro?.
Uno, solicita la introducción de nuevas prácticas, el otro, puede verlas como inapropiadas porque chocan con su conciencia, o por el contrario, es también partidario a abrirse a otras experiencias. Ambos saben, bien a través de películas en el cine, vídeos, revistas libros, etc., que esas otras formas de búsqueda el placer existen y se realizan. Los dos pueden asumir la existencia y normalidad de las mismas por eso las ven como posibles y aceptables también en sus relaciones íntimas, pero algo, algo en el interior de uno o de los dos se revela contra ello e imposibilita llevar a cabo sus deseos. Si el freno aparece en los dos no hay problema puesto que implica a los dos miembros, pero si sólo se presenta en uno ya vuelve a formarse el círculo El uno insiste en innovar y el otro no puede porque su conciencia se lo impide, o por el contrario, está de acuerdo porque entiende su normalidad, pero su cuerpo no se aviene a realizar esas prácticas, no puede relajarse, dejarse llevar y, simplemente, disfrutar. Algo se lo impide. La lucha interna vuelve a aparecer, “quiero realizar esos juegos porque me parecen buenos para nuestra relación, pero no puedo, siento una gran incomodidad”. Hay que rendirse a la evidencia, no es cuestión de voluntad. La culpa hace acto de presencia porque considera está estropeando un momento íntimo de la pareja. Mientras, el otro se siente frustrado porque no consigue probar cosas nuevas, ve la continuidad de la rutina que ha marcado sus relaciones hasta ahora. Comprende y respeta la imposibilidad del otro, aunque no consigue superar la sensación de rabia, aburrimiento y frustración que su intimidad le produce. Hace pocas décadas el silencio reinaba en la familia y la sociedad en general, cada cual y cada pareja buscaba el goce como mejor podía o entendía podían hacerlo. Hoy hay más apertura, la información está más al alcance de todos, o por lo menos de quienes se preocupan por ello, sin embargo, no sé hasta qué punto ha avanzado en la misma medida el goce y el placer en la intimidad de las personas. Aún hay vacíos que llenar, de ahí la búsqueda constante de nuevas formas, a veces hasta quizá un tanto disparatadas. Las preguntas, las dudas nos asaltan en más de una ocasión y ante diversas situaciones ante las cuales no sabemos muy bien cómo posicionarnos por temor también a ser tachados de estrechos, antiguos, etc. ¿El juego hasta dónde?. ¿Dónde poner el límite?. El límite lo marca el propio sujeto, la negativa del cuerpo a relajarse y a aceptar ciertos tipos de juego ya está marcando dónde está su límite. No todo tipo de prácticas deben ser realizadas, no son necesariamente ellas las que traerán el disfrute a la relación. Poner el acento del placer sólo en lo que se hace, en la búsqueda de nuevas formas de encuentro hace perder el norte. La satisfacción no está en lo que se hace, sino, en cómo se vive lo que se hace. No es pues cuestión de seguir una guía de posturas y cosas diferentes, es más tratar de entender qué hace que sus encuentros íntimos no dejen un sentimiento de satisfacción y felicidad.
Gurutze Olaizola Larrañaga