Cuando el miedo nos atraviesa perdemos nuestra capacidad de hacer cosas y avanzar. El miedo no es algo que podamos controlar ya que no está en nuestras manos, al menos al principio. Aparece sin avisar, hace acto de presencia y dependiendo de su intensidad nos paraliza más o menos. Tenemos que aprender a vivir con él, convertirlo en nuestro aliado pues también nos ayuda. A veces nos avisa de peligros, y gracias a ello, podemos sortearlos y salir airosas de situaciones que nos harían mucho daño.
Si es muy intenso, nos bloquea tanto que no podemos acometer eso que deseamos o nos gustaría hacer. Nos supera de tal manera, que perdemos el control sobre nosotras mismas, y por lo tanto, de la situación.
Si no es muy intenso podremos abrazarnos a él y avanzar. Afrontar eso que deseamos hacer. Así nos quedará la satisfacción de haber vencido el miedo y haber logrado el éxito. Si, el éxito, porque ser capaces de no dejarse vencer por el miedo, ya es, un éxito.
No es real decir, “no tengo miedo”, ante una situación nueva o estresante. Es más sano reconocer que así lo estoy sintiendo, ya que entonces seré capaz de verificar su intensidad, de no dejarme vencer por él, de abrazarme a él y caminar juntos hacia el objetivo. Si es demasiado podré reconocerlo y esperar a estar más fuerte, más segura para dar ese paso que tanto deseo. El fracaso no es reconocerlo, es no querer verlo. Si lo veo podré trabajar para superarlo.
…porque andando se hace el camino…
Escribo como mujer
Gurutze Olaizola Larrañaga