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La erótica es la asignatura que irá aprendiendo la pareja a lo largo de su relación. Las manifestaciones de la ternura hacen del juego amoroso aliciente y expresión de generosidad hacia el otro. No se trata de simples técnicas mecánicas, sino de que los sentimientos se exterioricen en signos físicos y no queden ocultos creando ansiedades e inseguridades.

Lo que hace que un cuerpo humano sea erótico es el deseo de quien se relaciona con él. El deseo de una mujer o un hombre de hacer el amor, de acariciar a otra persona, hace a esa persona erótica para ella y viceversa. De ahí la selección de pareja y de ahí las preferencias en esa selección. La erótica se cultiva y en ese hacerse erótico se recogen también los códigos eróticos que la cultura transmite, y la nuestra explota un erotismo de mercado donde los cuerpos de mujeres y hombres se presentan como elementos de consumo, robando el espacio al cultivo erótico personal y de pareja.

Qué atrae a una persona de otra no está tan claro. Se dice que el hombre quiere una mujer que sea muy femenina y que la mujer quiere al hombre muy masculina. Pero… ¿qué se entiende por masculino y femenino?. Aprehender y definir dichos conceptos es difícil, pues lo que es femenino y masculino nos viene dado y va cambiando según el momento social y cultural. En la búsqueda de ese atraer debemos escapar de pretender ese cuerpo perfecto que la cultura señala como deseable, y del ajuste del comportamiento a esos cánones no muy claros de lo que es masculino y femenino. Lo más importante que debe de haber para que haya deseo, para ese buscar seducir y atraer para luego llegar a esa relación erótica es que la persona esté preparada. Los sentimientos están siempre presentes en el sujeto y por lo tanto en la iniciación de toda relación de éste con el otro. De ahí que el resultado dependerá mucho de cuáles sean y cómo se presenten. De nada sirve tocar y acariciar las zonas que se supone más eróticas si la persona no está preparada para recibir esas caricias.

La caricia es el gesto más integral y completo que tiene una pareja para comunicar sus sentimientos. Pero el placer nos llega a través de los cinco sentidos. La vista. Verse y mirarse es una condición para admirarse y tiene una gran función sensual. La mirada es caricia, es ternura, a la persona amada se la mira con cariño y admiración. También con deseo. Mirarse mientras se hace el amor eleva inevitablemente el grado de erotismo y excitación.

El gusto. El beso es la forma de caricia más conocida y fuente de atractivo erótico. Las salivas se mezclan y eso proporciona una sensación placentera. El gusto está también en ese besar acariciando la piel del otro y está presente en las personas que sienten preferencia por saborear distintas zonas del cuerpo de su pareja. La felación y el cunnilingus forman parte del juego erótico.

El olfato. El olor de la piel y de los órganos genitales es un elemento que despierta la excitación erótica a muchas personas. Oler un cuerpo, una prenda y vivirla… hace que la excitación se dispare, es este un tipo de fetichismo habitual que no por ello es patológico.

El oído. Ëste, recoge los sonidos de las palabras y los ruidos. Las palabras de amor, los piropos mueven a la sensibilidad. Las expresiones de placer como los gemidos o quejidos, e incluso, frases mal sonantes y groseras resultan especialmente excitantes y estimulantes para algunas parejas.

El tacto. Su máximo representante es la caricia. A veces esta presente sólo en el momento del acto y de forma concreta y estereotipada, cuando lo más rico sería vivirla, sentirla, ofrecerla, en cualquier momento, sin que ello suponga la inevitable e irremediable culminación al coito. El placer de tocarse no tiene que estar reducido y limitado a los momentos de relación erótica. Todo el cuerpo humano es erótico, y por eso todo el cuerpo humano acariciado es capaz de reaccionar con sensaciones agradables y placenteras.

Cuanto más rica sea la exploración erótica de ambos, junto con la aplicación de los cinco sentidos, más amplio será el lenguaje del amor y más fácil llegar a esa armonía en la convivencia a través del conocimiento de las preferencias eróticas de cada miembro, conformando esa pareja única y particular.

 

 Gurutze Olaizola

Psicóloga-Sexóloga

 

 

 

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