Lo pongo en interrogante porque es algo sobre lo que quiero reflexionar, mejor, ponerlo en cuestión porque personalmente no creo en la existencia de características femeninas y/o masculinas. Históricamente venimos arrastrando la creencia de que existen dichas características porque así nos lo han trasmitido desde… ni se. Lo tenemos tan interiorizado que ni siquiera nos damos cuenta de hasta qué punto vivimos con, desde y la creencia de ello.
Aunque siempre ha habido detractoras, las mujeres hemos sido definidas como: sensibilidad, empatía, sometimiento, obediencia, impulsividad, delicadeza, pasividad, tranquilidad, emocionalidad, maternidad, belleza, finura, frivolidad…y otras que seguro podéis poner. Al hombre por su parte se le describe como: racionalidad, acción, cultura, temple, valor, fuerza, energía, resolución, ambición, proveedor de la familia, creador, protector…y otras que se pueden añadir.
Ya hoy, está más generalizada la idea de que no hay mujeres meramente » femeninas» ni hombres marcadamente » masculinos», pero aún este discurso inventado tiene mucho peso en nuestro inconsciente. Está presente en muchos ámbitos y lo arrastramos sin darnos cuenta introduciéndolo en nuestro día a día sin querer.
Recuerdo un congreso en el que un hombre que procuraba hablar con el lenguaje inclusivo, es decir, empleando nosotros y nosotras, empezó a contar una experiencia personal. Decía, “Estuve años trabajando en una empresa en la que mi jefa era una mujer. Tenía muy mal genio. Era masculina”. Automáticamente pensé, “ se le acaba de escapar el inconsciente y ni se ha dado cuenta”.
No, simplemente era una mujer con mal genio o muy perfeccionista, u organizada, según se quiera ver. Parece que ser mujer lleva emparejada ser dulce o empática, no tener mal genio o enfadarse. Un hombre puede tener mal genio, es más normal, la duda puede surgir cuando es amable…¿es femenino?.
Otro ejemplo muy válido es el que leí en un libro. Cuando hablaba de una niña con mucho carácter, decía que era autoritaria y mandona. Pero cuando decía lo mismo de un niño, decía que era un líder.
Cuántas veces sin darnos cuenta nos ponemos nuestras gafas sesgadas de ver el mundo, lo vemos desde el prejuicio de lo «femenino» y «masculino». Cuántas veces utilizamos esos términos cuando hablamos de mujeres y hombres o niñas y niños. No somos conscientes de ello pero así lo vamos transmitiendo de generación en generación y así es como vemos el mundo. Eso, a su vez, también influye en nuestra manera de relacionarnos, pues interpretamos a las personas desde lo que esperamos o creemos que tienen que ser, y no, desde lo que realmente son, lo cual influye en cómo respondemos.
Nos quedamos en un plano superficial de la realidad, nos quedamos en el cliché establecido por un prejuicio inconsciente cuando las personas tenemos mucha más profundidad y riqueza como seres humanos. Por eso os invito a que estéis atentas para que cada vez que se os escape una definición desde lo» femenino» o «masculino», os paréis a pensar y a tratar de verlo desde lo humano, quitando el prejuicio, veréis que el mundo es mucho más rico y real.
…porque andando se hace el camino…
Escribo como mujer
Gurutze Olaizola Larrañaga