En 1976 se publicó, por primera vez, el célebre libro titulado El Gen Egoísta1 en el que el etólogo Richard Dawkins popularizó la teoría de que los genes son las verdaderas “unidades centrales de la evolución”, en lugar de los individuos, como las plantas y los animales.
En el prefacio a la edición de 1976, Dawkins expresa, en pocas palabras, el que es considerado por muchos como el mensaje central de su libro. Somos, expresa en ese prefacio, “máquinas de supervivencia, vehículos autómatas programados a ciegas con el fin de preservar las egoístas moléculas conocidas con el nombre de genes”.
El capítulo XI, de El Gen Egoísta, lleva un título que, en su momento, resultó bastante extraño: Memes: los nuevos replicadores. En esa parte de su libro, Dawkins destaca el hecho de que la cultura es el distintivo propio de nuestra especie y establece la existencia de una analogía entre la transmisión cultural y la transmisión genética.
Después de ilustrar, con algunos ejemplos, las mutaciones que suelen afectar los fenómenos de transmisión cultural y que contribuyen a la conformación de procesos evolutivos, plantea dos preguntas fundamentales: ¿Qué es, después de todo, lo peculiar de los genes? Y, ¿existe algún principio en biología que pueda tener una validez universal, semejante a las leyes de la física?
Dawkins responde a la primera de esas preguntas señalando que, a fin de cuentas, los genes son entidades replicadoras. A la segunda pregunta, responde así: “Obviamente no lo sé, pero si tuviese que apostar, pondría mi dinero en un principio fundamental. Tal es la ley según la cual toda vida evoluciona por la supervivencia diferencial de entidades replicadoras”. 2
Más aún, Dawkins propone que, aunque la molécula de ADN es la entidad replicadora que prevalece en nuestro planeta, tenemos ya, frente a nosotros, un nuevo tipo de replicador.
Ese nuevo replicador se encuentra todavía en su infancia, flotando en su caldo primario, pero está alcanzando cambios evolutivos a una velocidad que supera, por mucho, las de las transformaciones asociadas con el ADN.
El caldo de transformaciones evolutivas es la cultura humana y, según destaca Dawkins, se requiere un nombre para el nuevo replicador. Según sus propias palabras se necesitaba “un sustantivo que conlleve la idea de una unidad de transmisión cultural, o una unidad de imitación. “Mímeme” se deriva de una apropiada raíz griega, pero deseo un monosílabo que suene algo parecido a “gen”. Espero que mis amigos clasicistas me perdonen si abrevio mímeme y lo dejo en meme”.
Un meme es, según la concepción original de Dawkins, una unidad de replicación cultural. Al igual que los genes se propagan en un acervo génico al transferirse de un cuerpo a otro, los memes se propagan en un acervo de memes, que constituye la cultura, al transferirse de un cerebro a otro.
Según esa misma concepción, los memes, al igual que los genes, tienen una capacidad propia de replicación que depende de su longevidad, su fecundidad y de la fidelidad de reproducción. El efecto de esas características tiende a mostrarse en comportamientos que pueden interpretarse como “egoístas”, en la medida en que se expresan en términos del aprovechamiento de las ventajas inmediatas que pudieran asociarse con la reproducción y, en consecuencia, de la prevalencia de determinadas características en sucesivas generaciones de los acervos génicos o mémicos.
En la medida en que los elementos fundamentales de la cultura, como el lenguaje, el arte, la religión y la educación, entre otros, estarían integrados por acervos de memes, serían el producto de fenómenos de transferencia independientes de la intencionalidad de los individuos.
El panorama sería desalentador, si no tuviéramos la capacidad de superar el determinismo de los genes y los memes.
Si, como concluye la propuesta de Dawkins, no tuviéramos “el poder de desafiar a los genes egoístas de nuestro nacimiento y, si es necesario, a los memes egoístas de nuestro adoctrinamiento.”
“Somos construidos como máquinas de genes y educados como máquinas de memes, pero tenemos el poder de rebelarnos contra nuestros creadores. Nosotros, solo nosotros en la Tierra podemos revelarnos contra la tiranía de los replicadores egoístas”.
Leonel Zuniga