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COMO SE FORMA LA AUTOESTIMA.

Las cuidadoras y otras figuras de autoridad, serán piezas claves para el desarrollo de la Autoestima de la niña o el niño, quien dependiendo de los mensajes recibidos, reflejará como espejo lo que piensan de ella y se asumirá como una persona apta, sana, atractiva, inteligente, valiosa, capaz, digna, respetada, amada y apoyado o, por el contrario, como una persona enferma, fea, ignorante, desvalorizada, incapaz, indigna, irrespetada, odiada y abandonada. La forma como nos tratan define la forma como nos trataremos, porque esa es la que consideraremos como la más normal.

Con la llegada de la pubertad y la adolescencia, se da la bienvenida a la sexualidad y a la necesidad de la joven de encontrarse a sí­ misma. Se inicia la llamada brecha generacional y el tránsito hacia una mayor definición de la personalidad. Esta etapa es crucial ya que en ella surgen con fuerza la competencia y el deseo de ser mejor que las demás personas. La joven y el joven experimenta una gran necesidad de aprobación por parte de su grupo cercano y aprende a dirigirse hacia quienes la aplauden y a huir de quienes la tratan mal. Desarrolla, con  tal de ser querida, conductas muy especí­ficas que se generalizarán hacia la vida adulta.

El ingreso al mundo laboral complica el asunto de la formación y manifestación de la Autoestima, ya que en ese contexto se nos mide por lo que hacemos y no por lo que somos. Si produces, te quedas y si no te vas. Esa es la medida cuando de dinero se trata.

Finalmente en la pareja y el matrimonio se expresa mucho de lo aprendido en los años precedentes: grabaciones, condicionamientos, tradiciones; lo que fue vertido en el molde durante muchos años ya  que es lo que hemos llegado a creer que somos. En este tiempo, formamos parte de una sociedad uniformada en la que muchas personas han renunciado a expresar su originalidad y tienen ideas fijas de las cosas, que casi siempre siguen aunque no les funcionen. La inconsciencia y falta de comprensión de lo que ocurre, induce a culpar, a resentir, a atacar, a agredir a las demás personas, a quienes se ve como malas porque no nos comprenden.

Para entonces, ya hemos construido una imagen de nosotras (autoimagen), puesto que habremos aprendido una forma de funcionar, y llevamos como marca en nosotras mismas, el sello de lo que creemos que podemos o no ser, hacer y tener.

LOS MAPAS.

Es pertinente definir un termino al que ya nos hemos referido sin darle nombre: LOS MAPAS. La Autoestima, como  hemos visto, obedece a un conjunto de programaciones que define la forma como la persona funcionará y procesará sus experiencias, los mapas son informaciones codificadas, obtenidas de nuestras cuidadoras, maestras, personas importantes más cercanas, que hemos ido guardando desde que nacemos. Experiencias del ayer que quedaron codificadas, ancladas en el sistema nervioso central o periférico.

Incluyen todo lo vivido, experienciado, lo aprendido, lo informado.

Si nos preguntamos cuando nuestro mapa mental es adecuado o positivo, podemos encontrar la respuesta en las palabras del famoso terapeuta Fritz Perls: Un mapa adecuado es aquel que representa la realidad tan fielmente como sea posible en un momento determinado. En lí­neas generales, cada quien percibe la realidad (su realidad) de acuerdo con sus mapas personales.

POR QUÉ NECESITAMOS AUTOESTIMA.

La vida humana es el transcurrir de experiencias y eventos con los que entramos en contacto; un transcurrir en ritmos y fluctuaciones; un  ir y venir de  flujos y reflujos. En este devenir, podemos llegar a vivir momentos altos y  momentos bajos.

La relación social, generalmente marcada por cambios rápidos y frecuentes, y por una elevada competitividad, nos obligan a permanentes readaptaciones. En ciertas circunstancias, nuestro sentido de valor personal y de confianza en las propias capacidades pueden verse afectados y hacernos creer que vivimos a merced de las contingencias. En esos momentos la confusión, la impotencia y la frustración producidas por el no logro, nos lleva a dudar de nuestro poder creador, de la capacidad natural de restablecernos, y es entonces cuando optamos por crear y a veces sostener conductas autodestructivas, lejanas al bienestar generado por la Autoestima, es decir, por la consciencia, el amor incondicional y la confianza en una misma. Los seres humanos, somos la única especie capaz de traicionar y actuar contra nuestros medios de supervivencia. En estado de desequilibrio la persona  opta por manejarse de formas diversas aunque nocivas y elige, generalmente, los siguientes caminos:

PARÁLISIS.

La frustración es interpretada de forma tal que incapacita para la acción creativa. La apatí­a es una forma de manifestación de esta reacción.

NEGACIÓN.

La impotencia induce un bloqueo perceptivo, un autoengaño severo basado en el miedo al dolor. El adicto que asegura no tener adicción, es una muestra de este mecanismo.

EVASIÓN.

Aquí­ la estrategia es hacer todo lo que nos impida ver la situación conflictiva. Se conoce su presencia pero se teme enfrentarla y se pospone. La diversión compulsiva es una forma de evasión bastante común.

ENFERMEDAD.

Aunque cualquiera de las manifestaciones anteriores conducen, si se prolongan, a estados de desequilibrio orgánico, en ocasiones se toma el camino corto y la reacción a la frustración es violenta, y se manifiesta en forma de enfermedad.

Todos estos modos de reacción, de manejo inadecuado de la energí­a interior, reflejan ausencia de Autoestima, de conciencia de la capacidad para responder creativamente a las circunstancias. Es por eso, por la tendencia creciente que exhibe el humano de hoy a la autodestrucción, por lo que necesitamos un recurso protector que nos guí­e hasta nuestro poder personal, hacia el restablecimiento del ritmo, del equilibrio, de la conciencia, de la integración. Ese recurso es la Autoestima, con la que nacemos pero debemos reencontrarlo.

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